Lo demás es historia: 60 años del primer Opel Kadett A
En 1936 se vivían tiempos convulsos, pero prósperos y una marca como Opel se aventuraron a fabricar un coche compacto asequible y adecuado para las familias de la época: el Opel Kadett.
Tenía una carrocería monocasco de acero y un bajo peso, lo que fue todo un acierto. Sin embargo, el fundador del segmento de los compactos modernos en realidad fue el Opel Kadett A de 1962. Un gran maletero, una habitabilidad para cuatro pasajeros, un motor de respuesta alegre y sus bajos costes de mantenimiento fueron las claves de su éxito. Fue el coche ideal para impulsar el denominado “milagro económico alemán”. Eso le permitió a Opel fabricar cerca de 650.000 unidades entre 1962 y 1965.
Hace 60 años, Opel, inició una nueva era automovilística con el Opel Kadett A, al igual que lo vuelve a hacer hoy con la sexta generación del Astra.
Después de la II Guerra Mundial, Opel reestructuró su gama y en los años del milagro económico los coches prácticos y asequibles tenían una gran demanda. Así que unos años más tarde, en 1962, Opel construyó una planta de producción completamente nueva ideada para el Kadett A y el primer Kadett de la posguerra salió de la línea de montaje en octubre de ese mismo año.
El nuevo Kadett pesaba sólo 670 kg y, con la carrocería Caravan (familiar) que le siguió poco después, sólo 720 kg, a pesar del consiguiente aumento de tamaño y, por supuesto, de material. Además, el Kadett era muy asequible, con un precio en Alemania desde 5.075 marcos.
La carrocería constaba únicamente de 12 piezas principales y los paneles laterales estaban hechos de una sola pieza de acero. Los bajos costes de mantenimiento del Kadett A también eran fruto de su diseño. Gracias a las rótulas libres de mantenimiento de la suspensión y la dirección estos componentes no requerían un engrase periódico, que venía siendo habitual, por lo que ese dispendio quedaba eliminado. Con esa sencillez en la construcción, la revisión de los 10.000 kilómetros, incluidos los materiales, sólo costaba aproximadamente 30 marcos.
De esa manera, el Kadett contaba con todas las ventajas que convertían en apetecible a un vehículo de los años 60: con un diseño elegante, gran flexibilidad, innovadoras tecnologías y muchas funciones prácticas. Su baja línea de cintura y grandes superficies acristaladas le proporcionaban una gran visibilidad, mientras la habitabilidad interior sorprendía mucho a los conductores de coches de los segmentos B y C, ya que cuatro personas podían acomodarse con total comodidad.
Además, el tapón del depósito de combustible estaba en el exterior, una innovación que ya había buscado en vano algún otro fabricante alemán de la época. “Nunca tendrás olor a gasolina en el maletero”, era el irónico mensaje dirigido a Volkswagen con su mítico Beetle. Su amplio maletero estaba reservado exclusivamente para el equipaje y no para el depósito de gasolina.
Montaba un moderno motor delantero refrigerado por agua y tenía tracción trasera, por lo que ofrecía otra ventaja de diseño respecto al “escarabajo”. El motor de cuatro cilindros de 993 cc desarrollaba 40 CV de origen y, a partir de 1963, también estaba presente en el nuevo Kadett Caravan. El pequeño motor impresionaba por su rápida entrega de potencia y su elasticidad, permitiendo al Kadett alcanzar una velocidad máxima de 120 km/h. El motor 1.0 correspondiente a la versión S, generaba 48 CV, y se utilizó por primera vez en el nuevo coupé desde 1963. En esa configuración alcanzaba incluso los 130 km/h.
Una ventaja significativa de la generación del Kadett A era que sobre la misma plataforma contaba con una completa familia de carrocerías: un compacto de 5 puertas, un coupé y un familiar.
En el Salón del Automóvil de Ginebra de 1963, seis meses después del debut de la versión de 5 puertas, Opel presentó el Kadett A Caravan, el primer familiar alemán del segmento de los compactos. Una opción muy popular entonces era el asiento infantil trasero para la tercera fila orientado en el sentido contrario a la marcha, que permitía acomodar hasta seis personas. De esta forma, a mediados de los años 60, casi uno de cada dos coches familiares en Alemania era un Opel, lo que nos da una pista de lo popular que llegó a ser la marca del rayo.
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